Exagerar los defectos físicos y buscar una imagen ideal, pero irreal, se ha convertido en un trastorno psiquiátrico en auge
La constante exposición virtual que marca la sociedad actual nos exige lucir un canon de belleza difícil de alcanzar para la mayoría de los mortales. Y aunque pueda parecer algo anecdótico que se queda en el plano de los propósitos del nuevo año, lo cierto es que esa pretensión puede pasar factura tanto a nivel físico como mental. Prueba de ello es que los expertos alertan de que se ha disparado la aparición de trastornos como el de la dismorfofobia, un problema que se ha duplicado en la última década, sobre todo entre los más jóvenes, pues «los casos detectados en consulta de Medicina Estética han pasado del 7-8% hace diez años hasta el 14-15% actual», advierte Petra Vega, tesorera de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME).
En concreto, el trastorno dismórfico corporal «es una obsesión que se convierte en constante y que aparece por un defecto físico que puede ser real o imaginado que la persona magnifica, aunque el resto no lo perciba así, hasta el punto de que le impide hacer vida normal, pues quien lo padece deja de socializar y se aísla para evitar que otros puedan percibir su complejo», explica Vega, quien detalla que las zonas más sensibles suelen ser «la piel, las orejas, la nariz, la mirada… A veces cuesta diferenciar aquella inseguridad propia del adolescente, esos complejos que en un momento dado son normales, con la dismorfofobia, que es una patología que puede resultar muy grave».
Según las estadísticas, se estima que cerca del 2% de la población mundial sufre este trastorno, un problema psiquiátrico que está infradiagnosticado y que, sin embargo, detectan en la mayoría de las ocasiones los especialistas en Medicina Estética. «A la consulta cada vez llega gente mucho más joven, y con ideas muy irreales de lo que quieren en su aspecto físico, ya que proyectan una imagen de sí mismos que no es real, basada en el uso de filtros que utilizan en las redes sociales y que son imposibles de alcanzar. Ante esta circunstancia, el médico estético debe saber distinguir entre un pequeño complejo y un problema más serio. Nos puede servir de voz de alarma el hecho de que ese paciente cada vez esté más insatisfecho y que confirme que ha visitado muchos médicos, que se haya realizado diferentes tratamientos estéticos previos y que cada vez se vea peor. Ahí nuestro papel resulta clave para el diagnóstico precoz y si se sospecha debemos derivar a esa persona a un especialista en salud mental», asegura Vega.
Saturación en las consultas
La dificultad para diagnosticar a estos pacientes hace que el trastorno pueda llegar a cronificarse y la pandemia no ha hecho más que ahondar esta circunstancia. «Dado que se suele interpretar como un problema físico, son personas que pasan por varios especialistas y tardan meses e incluso años en llegar a la consulta de salud mental y cuando llegan, el problema es más grave y más difícil de tratar», advierte Sandra Rodríguez de Torres, psicóloga clínica y miembro de la Asociación Nacional de Psicólogos Clínicos y Residentes (Anpir).
Además, tal y como detalla la especialista, «aunque la dismorfofobia no es el problema que más está saturando las consultas de psicología clínica, sí comprobamos que su aumento, unido al incremento de otro tipo de patologías mentales, está provocando saturación en el sistema público de salud. Esto hace que, aunque la formación del psicólogo clínico es impecable, los profesionales se frustran porque tienen muy pocos recursos para atender a los pacientes que llegan en situaciones cada vez más graves, con muy poco tiempo para atenderles y citas que se distancian más en el tiempo de lo pautado, dificultando que el tratamiento funcione».
El detonante de los filtros virtuales
El empleo de filtros en redes sociales provocan la distorsión de la imagen y crea expectativas irreales que pueden desencadenar problemas psicológicos. «Los filtros hacen que se quieran cosas que no existen. Es una estafa, porque se induce a un consumo sin sentido y es algo imposible de alcanzar, ni con medicina ni con cirugía estética. Lo vemos en la consulta cada vez más y esto nos preocupa muchísimo. Las autoridades deberían poner un poco de orden y no dejar que se usen filtros cuando se dirigen a un público muy sensible y mayoritario», denuncia Vega.